El dúo de las rosas

—Toc Toc.
—Es ella.

Sucedió de repente, sin darme cuenta. Sólo han pasado unas semanas, pero tengo el recuerdo tan vivo que cada vez que las imágenes vuelven a mi mente la piel se me eriza y el estómago se revuelve con esa sensación de nervios que me invade.

La mente es perversa y muchas veces nos hace recordar de una forma ilusoria, no muy cercana a la realidad, pero no me importa. Tal vez las imágenes que se suceden en mi cabeza estén idealizadas, tal vez fue tal y como yo lo recuerdo, incluso cabría la posibilidad de que todo esto sea un sueño y que me vaya a despertar de un momento a otro y todo se esfume. Realmente me da igual, estoy dispuesta a vivirlo y revivirlo.

Ha salido el sol, es una novedad, la verdad, por eso decido saltarme mis rutinas y exponerme a sus rayos. Después de trabajar paseo, esa sensación de las noches de verano de no querer volver a casa y alargar el camino me empuja a da un rodeo. Al pasar por el parque me entretengo mirando las nuevas plantas, veo como los ritmos han cambiado, como las tardes se alargan y las ganas de calle vencen a las obligaciones. Observar a la gente y montar películas en mi cabeza es uno de mis pasatiempos favoritos. Sentarme y observar. El placer por el placer, sin más justificación. ¡Vamos allá! A ver si no he perdido la práctica. Elijo un banco, sobre el que va cayendo el sol, al lado de un frondoso rosal y unas plantas asalvajadas. Estas se libraron de su corte mensual. Me siento, me deshago de mis bolsas, me quito la chaqueta y extiendo el alma. Relajo los músculos notando cada madera del banco, respiro e inspiro notando el aire por mi cuerpo. Me atrevo incluso a cerrar un poco los ojos de vez en cuando. A veces los párpados mandan más que el cerebro.

No sé cuánto llevo sentada. Igual creo que llevo una eternidad aquí y sólo han pasado diez minutos. Empiezo a dudar de si debería irme, y ya que me he saltado el gimnasio de hoy podría aprovechar para hacer las compras que tengo que hacer. En un momento de despiste, mi otro lado del banco es ocupado. ¡Qué susto! La chica que se acaba de sentar se da cuenta del respingo que he dado y entre risas por la absurda situación me pide disculpas. Le sonrío en forma de contestación. No sé por qué he cambiado de opinión, igual me quedo un poco más y tomo a mi nueva compañera de asiento como inspiración para crear una película mental sobre su vida. Veamos… ¿será soltera? ¿casada? ¿a qué se puede dedicar?

Mientras divago mentalmente la observo. Admito que es un poco descarado por mi parte pero al mirarla la primera vez no he podido evitar fijarme en la parte posterior de su mandíbula. Tiene una curvatura muy bonita que la hace diferente. Tiene un rostro muy marcado, una nariz prominente y unos pómulos que le enmarcan una mirada atrevida. El disimulo no es lo mío y se da cuenta de que no hago más que mirarla. Una de las veces que levanta la mirada de su libro para cruzar sus ojos con los míos cierra las páginas. ¡Ups! Se me hace un nudo en la garganta. Me pregunta si sucede algo. No sé qué responder. ¿Le contesto la verdad o me hago la disimulada y digo que fue casualidad? Le pido disculpas primero y le respondo que tengo una manía muy tonta de pensar historias sobre la gente. En un tono que no sé muy bien cómo calificar me propone que juguemos al sí o no. Yo puedo hacer preguntas, ella responde sí o no y así puedo ir montando una historia según sus respuestas.

Se acerca para poder oírnos mejor. Con un poco de vergüenza empiezo a preguntar. Ella responde, pero no estoy segura de que me diga la verdad. De repente se acerca un poco más y me pregunta que por qué no cambiamos el sentido del juego. Mientras dice esto apoya su mano sobre mi muslo. Estoy sentada hacia ella con una pierna doblada sobre el banco y la otra apoyada en el suelo, lo que hace que tenga el ángulo abierto hacia ella. Imita mi posición. Entiendo cuando posa su mano que su juego no es tan inocente como el mío, pero me gusta. Acepto la proposición. Le digo que adelante. Pero no pregunta. No habla, solo me mira y arrastra la mano. Mientras lo hace me lanza su pregunta, ¿sí o no? Afirmo. Consiento. Me gusta. Me gusta la mano que se resbala por mi cadera y acaricia la parte externa del muslo. La mano va tomando diferentes caminos a los que afirmo o niego. Confieso que no niego nada. Que soy positiva en todas mis respuestas, lo que le lleva a acercarse a mi pubis. Ha pasado por mi cara, mi cuello, mis hombros, mi espalda. Ha apretado mi culo. Me ha acercado hacia ella y me ha mordido en el brazo. Las yemas de sus dedos han rozado mis pezones y los han apretado. Me he mordido los labios en un intento de no expresar mi excitación.

El vuelo de la falda se abulta marcando la silueta de su mano que está dentro, encerrada entre las bragas. Mi pie apoyado en el bando roza su entrepierna. Se introduce por su vestido y llega a la fina tela que cubre su vello púbico. Lo noto a través de las bragas. Comienzo a mover el dedo gordo del pie sobre él y detecto el clítoris que está abultado, hinchado, excitado. Lo rozo, lo presiono y lo estimulo con mi movimiento. Le veo en la cara el placer, la humedad que le cala. Y ella me la ve a mí. Me parece asombrosa la manera tan grácil y disimulada que tiene de masturbarme. Me estoy corriendo lentamente sobre su mano y creo que nadie podría percibirlo. No dejamos de mirarnos a los ojos mientras conjugamos nuestros ritmos. El movimiento es muy leve, pero la sensación es extrema. Todo fluye. Siento como el escalofrío, el orgasmo me recorre y me sobresalta. Noto como fluyo sobre su mano, la mojo y me desvanezco. Al correrme mis extremidades se tensan y mis pies ejercen más fuerza. Consciente e inconscientemente aprieto mis dedos del pie sobre su vulva y lo muevo hacia arriba sintiendo cómo su energía se libera. Su sonrisa marca el fin de la tensión. Nuestras miradas cómplices permanecen fijas por unos segundos. Nos recomponemos y volvemos a sentarnos como estábamos al principio.

Me tengo que ir, pero antes decido darle una tarjeta con mi número. Me gusta el libro que está leyendo y me gustaría que me hablara de él.

Hoy vamos a hacer una pequeña reunión literaria.

por Cisne Blanco

¡GANADOR!
Relato ganador del primer concurso de relatos de Sexydream.
Miss Sexydream

Miss Sexydream es la redactora jefa del blog del sex shop Sexydream. Especialista en las artes amatorias, le apasiona la literatura erótica, los masajes con aceite y los preliminares que comienzan con una copa de buen vino.

Summary
El dúo de las rosas
Article Name
El dúo de las rosas
Description
Sucedió de repente, sin darme cuenta. La mente es perversa y muchas veces nos hace recordar de una forma ilusoria, pero no me importa.
Author
Publisher Name
Sexydream - Sexshop Online
Publisher Logo

Add Comment

  Acepto la política de privacidad